Hace poco tiempo, Miguel Ángel Quintanilla me hizo una
propuesta desafiante, como reacción a mi texto acerca del laberinto de la
política científica (Albornoz 2024). Tenemos que hacer un gran esfuerzo -propuso-
para encontrar la forma de conducir la política científica en los nuevos
escenarios neopopulistas y ultraconservadores que ni Bernal, ni Polanyi, ni Sabato,
ni Cajal pudieron imaginar. La propuesta tiene un aire a los debates sobre la
posmodernidad y al fin de la ilustración, pero está aplicada a un contexto
político definitivamente actual. ¿Podemos seguir pensando la política
científica y tecnológica a favor o en contra de los modelos, ya sea el lineal de
oferta o el de demanda de conocimiento -hasta la innovación- que han
predominado desde la segunda posguerra?
Creo que tiene razón Miguel Ángel cuando afirma que ni
Bernal, ni Polanyi, ni Sábato, ni Cajal habrían podido imaginar los nuevos
escenarios neopopulistas y ultraconservadores. Parafraseando al humorista
alemán Karl Valentin, podríamos afirmar que “antes el futuro era mejor”. Por lo
menos, la cosas eran más nítidas. La idea de progreso articulaba la visión de
un mundo que permitía establecer rumbos. En el desorden político actual, tanto
en la escena internacional, como en el seno de los países, los rumbos posibles
son más confusos y en el plano de las decisiones, más desconcertantes.
Los pioneros del desarrollo tecnológico en América Latina
tuvieron ideas muy claras acerca del papel del conocimiento en los procesos de
desarrollo y modernización. El mundo de la posguerra era injusto,
particularmente con América Latina y surgían nuevas estructuras de poder a
nivel internacional, pero el rumbo parecía relativamente claro. Ciertamente,
había matices importantes. Para unos, el problema era el subdesarrollo; para
otros, la dependencia. Muchos fueron tributarios del pensamiento de la CEPAL y
otros se alimentaron de la visión que la OEA alguna vez impulsó acerca de la
ciencia y la tecnología como elementos críticos para el futuro de la región. De
todo aquel conglomerado de ideas y experiencias la síntesis más acabada y
también más difundida la formularon Jorge Sabato y Natalio Botana con su
triángulo de interacciones cuyos vértices correspondían al Estado, la
infraestructura científico tecnológica y la estructura productiva. En sus
palabras, se trataba de un proceso político consciente: insertar la ciencia y
la tecnología en la trama misma del desarrollo significaba saber dónde y cómo
innovar. Aquellos pioneros tenían claro que sin el accionar estatal no había
senderos de desarrollo factibles. Más aún, nunca se les hubiera ocurrido pensar
lo contrario sin imaginar una situación caótica y desesperanzada.
¿Acaso no existía el populismo en aquellos años? Sin ninguna
duda, existía. El peronismo en Argentina era una expresión acabada de
populismo. Sin embargo, no iba contra el Estado, sino que ejercía el poder
desde él, muchas veces forzando los límites del orden democrático, pero sin
destruirlo. El populismo latinoamericano ha sido descrito como un tipo de
régimen político sustentado en una alianza de clases con un liderazgo
carismático y el objetivo de implementar el modelo de industrialización por
sustitución de importaciones (ISI), tal como aspiraba a hacerlo el peronismo y
también el gobierno populista brasileño de Getulio Vargas.
La relación de la ciencia, la tecnología y la sociedad, especialmente
fuera de los países más avanzados, sigue sufriendo importantes
disfuncionalidades. En el texto que acompañaba su comentario, Miguel Ángel
hacía un recorrido por varios destacados autores como, Funtowicz y Ravetz
(2000), Gibbons (1997), Latour (2022), Mazzucato (2019) y otros que desde
distintas perspectivas teóricas dan cuenta de un cambio de época en este
sistema de relaciones, así como su implicancia en la política científica y la innovación
(Quintanilla y López, 2023). Pero al analizar la situación española eran muy
críticos y señalaban que la industria española hace muy poco uso de la
capacidad de sus investigadores, ya que aspira a “progresar sin innovar”. Un
panorama casi idéntico describía Renato Dagnino con respecto a Brasil (Dagnino
2024) para abogar por un nuevo modelo de innovación “solidaria”, cuya
implantación requeriría un cambio político importante. Quintanilla y López proponen
un enfoque novedoso con tecnologías a las que denominan “entrañables” por ser colaborativas,
sostenibles para el medioambiente y responsables socialmente. En ambos casos -Brasil
y España- los problemas parecen similares pero la desconexión, más que del lado
de la investigación, parece estar en el modelo productivo, por lo que no habría
habido grandes cambios con respecto a la tradición de posguerra, caracterizada
por el modelo lineal de oferta de conocimientos (sin suficiente demanda).
El neopopulismo al que se refiere Quintanilla no tiene los
mismos rasgos o los tiene más acentuados, con nuevos matices que aportan la
época de las posverdad y los nuevos vientos de guerra que tensionan a la
humanidad. Hay que tener en cuenta que el término “populismo” es polisémico y
se lo aplica a situaciones muy diferentes, sin precisar claramente su
significado, hasta el punto de que hay quienes rechazan que sea definible por considerar
que se utiliza el término para definir una serie de fenómenos políticos que
tienen muy poco en común. La claridad conceptual -ni que hablar de
definiciones- está visiblemente ausente en este campo, afirmaba Ernesto Laclau
(2021), al tiempo que reconocía que un rasgo persistente en la literatura sobre
populismo es la reticencia o dificultad para dar un significado preciso al
concepto.
En La Razón Populista (2021) Laclau se interroga acerca de
la lógica de formación de las identidades colectivas. La unidad del grupo es,
desde su perspectiva, el resultado de una articulación de demandas y dado que
toda demanda presenta reclamos a un orden establecido, ella está en relación
peculiar con ese orden, que la ubica a la vez dentro y fuera de él. Como ese
orden -continúa- no puede absorber completamente a la demanda, no consigue
constituirse a sí mismo en una unidad coherente. “Toda necesidad genera un
derecho” es una afirmación corriente en el populismo local. Se trata de una
consigna controversial, ya que obviamente ningún gobierno puede satisfacer la interminable
cantidad de tales derechos.
El populismo, desde esta perspectiva, sería la construcción
de una identidad popular que se articula sobre una serie de demandas
insatisfechas por parte de “el pueblo”, en confrontación con otro sector
social, que se opone a sus designios. Desde esta perspectiva, el populismo
designa realidades que tienen en común la oposición dualista entre “el pueblo”
(visto como una entidad soberana) y “la élite” o “la casta”, en la versión
actual del Presidente argentino. El conflicto estaría así instalado en el
corazón del sistema político. Dado que existen partes heterogéneas en el
conjunto, se plantea la necesidad de un cemento social que las una. En el caso
del pueblo, tal elemento articulador sería el afecto, afirma Laclau,
remitiéndose a Freud (1921), ya que éste había comprendido que el lazo
libidinal es inherente a la formación de toda identidad social.
El populismo que comienza a esparcirse por algunos países
europeos y latinoamericanos es, en general, antisistema. En algunos casos se
trata de populismos de derecha y en otros, de izquierda. La ambigüedad del
concepto lo permite. En algún tipo de populismo la idea del Estado es
reemplazada en buena medida por el mercado, entendido como expresión de las
aspiraciones de consumo del pueblo. En otros casos, se trata de un liderazgo y
un modo de articulación social que nuclea a los excluidos del sistema y pugnan
por su inclusión, confrontando con sectores dominantes. Conservan en general un
rasgo de nacionalismo radical neorromántico. Ahora bien, ¿qué espacio deja esta
visión para el desarrollo de la ciencia y la tecnología? No mucho, considerando
además que es refractario al estado como articulador de un orden establecido y que
responde a un modelo de sociedad anterior a la tensión populista.
El populismo de derechas parece tener un conflicto más
esencial con la ciencia, ya que en ciertos casos ha adherido al terraplanismo,
ha alimentado las reacciones antivacunas y niega que entre las causas del
cambio climático se encuentre la actividad humana. El populismo de izquierda es
autoritario y afín a los mitos históricos que contribuyen a dar argamasa al
tejido social del “pueblo”. Tiene un conflicto con los datos que permitan construir
una historia objetiva. En el caso argentino prefiere añorar los buenos tiempos
de los premios nobel en ciencia, por ejemplo, ignorando que en los últimos años
otros países latinoamericanos han superado el desempeño de la ciencia local. En definitiva, ni los populismos de derecha ni los de izquierda consiguen darle a la ciencia el espacio que permita ponerla al servicio de la sociedad.
¿Cómo gestionar políticas en estos escenarios? Tiene razón
Miguel Ángel Quintanilla al suponer que se trata de una tarea muy difícil. Antes
que otra cosa, es indispensable que el estado se constituya en una unidad
coherente, capaz de gestionar eficazmente las demandas sociales; de lo
contrario, no podrá ocupar el lugar de promotor de las relaciones virtuosas
entre las instituciones académicas y la infraestructura productiva. Obviamente,
no sería capaz de fijar metas comunes para el desarrollo.
En un país como Argentina, devastado por la pugna entre
populismos de izquierda y de derecha, este relato está escrito desde la angustia
por la ausencia visible de paradigmas viables. Para colmo, la cultura ciudadana deja
espacios para un clima adverso a las instituciones científicas. La esperanza de
recuperar la ciencia y la educación como instrumentos de desarrollo requiere reconstruir
instituciones que han sido vaciadas en gran medida y desde hace bastante tiempo.
Esta es, desde mi perspectiva la única posibilidad de elaborar políticas de
ciencia y tecnología al servicio de la sociedad en esta época de neopopulismos.
Referencias
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de innovación: las dificultades de un concepto en evolución. Revista CTS, Nº
13, vol. 5, Buenos Aires.
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ciencia y tecnología el laberinto de las confusiones. Entrada de Blog:
https://www.marioalbornoz.ar
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Volumen XVIII. Traducción José Luis Etcheverry. Amorrortu editores. Buenos
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Miguel Ángel y LÓPEZ, Santiago (2023); IV Informe sobre la Ciencia y Tecnología
en España - “Situar a España en el mapa geopolítico de la I+D+i”,
preparado por la Fundación Alternativas, No. 04