Nunca creí que algún día estaría escribiendo un blog (Wikipedia me ofrece como traducción un “ciber diario”), pero hoy me parece un ejercicio estimulante. A punto de alcanzar la mayoría de edad, que mi amigo Augusto Klappenbach establecía en los ochenta años, descubro que la tecnología me ofrece la oportunidad de comunicar mejor algunas ideas y experiencias. Me permite también recuperar algunos de los textos que he escrito, con los que hoy más me identifico. Aspiro a que esta manera de dirigirme a interlocutores hoy para mí anónimos, me permita ser útil para alguien y al mismo tiempo enriquecerme a través del diálogo.
Este ejercicio tiene a la vez algo retro, en la medida que me fuerza a rememorar historias. Escribo esto el día en que se cumplen sesenta años de la canción “Al vent”, una especie de himno antifranquista del cantautor valenciano Raimon. Durante nuestro exilio en Madrid encontré consuelo y energía en su proclama de exponer la cara, el corazón y las manos al viento del mundo. Es lo que trato de hacer ahora.
Escribo también esto en el contexto de un país que luce exhausto, en el
que se multiplican los desencuentros y las frustraciones. Se atribuye a
distintos autores la frase de que “antes el futuro era mejor”. En mi opinión,
diría más bien que "antes podíamos creer en el futuro". En el caso
argentino, la reiteración de problemas que agobian a la sociedad y no son
resueltos puede crear la ilusión de que el futuro simplemente no existe, sino
que es una permanente repetición de lo viejo, cada vez más deteriorado.
Mi reflexión se focaliza sobre las relaciones entre la ciencia, la
tecnología y la sociedad. En otras palabras, sobre el desarrollo. Durante
décadas muchos latinoamericanos muy lúcidos se han preguntado cómo crecer, cómo
reducir la pobreza, cómo generar igualdad de oportunidades, creando modelos
simples y didácticos, como el triángulo de las interacciones, o complejas
exploraciones computacionales como el “Modelo del Mundo” de la Fundación
Bariloche. En todos estos modelos la ciencia y la tecnología ocupaban un lugar
central. Hoy, con la perplejidad que dan los años, descubro que muchas de
las discusiones actuales, pobladas de grietas pasionales, habían sido ya
planteadas y en alguna medida saldadas muchas décadas atrás.
No hay dudas de que la revolución científica y tecnológica se ha
acelerado y profundizado en los últimos tiempos, permitiendo que quienes
inventan nombres para caracterizar momentos históricos hablen de “cuarta
revolución industrial”. Obviamente, esto obliga a analizar los cambios y sus
efectos sociales, repensar las instituciones del conocimiento
(fundamentalmente, las universidades y el sistema científico tecnológico) y
diseñar nuevas políticas abiertas a las tendencias globales, pero concebidas
desde el contexto local.
Muchos de los debates latinoamericanos de hace varias décadas tienen
interés sobre todo para los historiadores, pero sin ninguna duda algunos de los
ejes estratégicos que identificaron conservan todavía vigencia y
pueden servir como faro para iluminar el sendero de las nuevas políticas. Con
esta perspectiva y como tarea orientada a superar la crisis actual, me propongo
aportar algunas ideas e invitar a quienes lo deseen a contribuir a un debate
hoy muy necesario para ahuyentar dos fantasmas: el de lo repetitivo y lo
imitativo a ciegas.
Mario Albornoz
un gran Maestro.Fui su alumno en 2001 en Quilmes Virtual. Un saludo desde Comodoro Rivadavia
ResponderEliminarTe agradezco el recuerdo. Me alegro si te he sido útil y si he podido ayudarte a pensar. Un abrazo.
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